LAS CULTURAS ANCESTRALES SON CLAVE EN LA CONSTRUCCIÓN DE NUESTRA IDENTIDAD COMO MUJERES INDÍGENAS

Los Pueblos Indígenas de todo el globo resistimos la discriminación y el racismo a través de prácticas como la transmisión comunitaria de nuestros saberes milenarios. Nuestras acciones como Mujeres Indígenas, potenciadas por la Escuela Global de Liderazgo del Foro Internacional de Mujeres Indígenas  (FIMI), son fundamentales para proyectar nuestras cosmovisiones en diálogo intercultural con el mundo actual.

Nombrar a los hijos y las hijas en la lengua tradicional. Hacer un taller artístico donde abuelos y abuelas se conecten con sus nietos reconociéndose parte de una misma tradición. Trabajar junto a otras mujeres en un proyecto de bordado con aguja y algodón. Organizar grupos de mujeres emprendedoras a partir de los principios de reciprocidad y trueque. Las Mujeres Indígenas venimos desplegando distintas estrategias en cada rincón del planeta para defender nuestras tradiciones y transmitir nuestras cosmovisiones a  generaciones futuras. 

Así lo muestran las experiencias de Laura Vukson, perteneciente al pueblo Tlicho en Canadá, de Theresa John, mujer esquimal Yupik en Alaska, de Romba’ Marannu Sombolinggi’ del pueblo Toraya en Indonesiay de Antonia Zamora Garza, del  pueblo Náhuatl Tlaxcalteca en el estado mexicano de Tlaxcala, entre muchas otras historias que pueden leerse aquí.

A todas ellas las mueve la sabiduría de nuestros mayores y mayoras, quienes pese a las condiciones de exclusión en que la mayoría de nuestras comunidades vivieron y se desarrollaron, siguen siendo un faro en la transmisión de una filosofía que se asienta en una relación armónica con la tierra y la naturaleza, entendidas como fuente de toda vida y energía.

Laura nació en Ontario, Canadá. La cultura del Pueblo Tlicho sustenta sus prácticas de vida. Con 38 años, es madre de dos niños a los que nombró en su lenguaje tradicional, lo que significa mucho para ella y su familia porque es mantener desde el origen parte de la cultura Indígena a la que ellos pertenecen. 

Cuando tenía ocho años se avergonzaba de ser Indígena debido al fuerte racismo que vivía en la ciudad. Pese a esto, sobrevivió a la segregación y logró reconocerse como parte de un pueblo ancestral. Como directora de un centro de formación, hoy promueve intervenciones de artistas Indígenas en comunidades remotas de Canadá para que niños y niñas retomen los valores de su cultura.

Del mismo modo, como mujer esquimal Yupik, lideresa y sabia protectora de los valores de su pueblo, Theresa (63) reconoce la pérdida del idioma y de prácticas culturales tradicionales en su país. Por eso, cree que es necesario proporcionar conocimiento local, ancestral y preparar a los niños y niñas para convertirse en mejores líderes y lideresas del mañana. 

Teniendo a su abuela como fuente de inspiración, centró su liderazgo en encontrar maneras de solucionar los problemas sociales que tienen efectos sobre su gente. Desde el ámbito universitario, donde trabaja como profesora, promueve los saberes de los Pueblos Indígenas asegurando que los estudiantes obtengan conocimientos ancestrales y se involucren directamente en la planificación de rituales, bailes y canciones en la región.

En la ciudad de Rantepao, Indonesia, Romba tiene una trayectoria similar a la de sus pares del Ártico y el Pacífico. Como parte del pueblo Toraya, proviene de una familia que mantiene los usos culturales y saberes locales, y es respetuosa de las reglas tradicionales que rigen a su comunidad. Cuando era niña, su abuela y abuelo la invitaban a viajar. Allí conoció varios lugares y sus diversos elementos culturales. 

La cultura Toraya reconoce símbolos tangibles que representan la autoridad y liderazgo como, por ejemplo, el nombre de Tongkonan, que viene del término “tongkon” que significa “sentarse”. La casa Tongkonan es el centro de gobierno para la comunidad Toraya, por eso no puede ser de propiedad privada o individual, porque esta casa es la herencia ancestral de cada miembro de la familia o su descendiente. “Estoy agradecida por venir de una familia de un líder comunitario”, dice.

“Para mí son dos identidades que se encuentran o se entraman. Primero, como mujer, y luego como Indígena, como mujer que he sido construida desde que nací, como Indígena, con mis propias prácticas culturales, con una identidad diferente”, se define Antonia (31), de San Francisco Tetlanohcan, lugar donde están asentadas sus raíces de mujer e indígena.

Como lideresa de su comunidad impulsó el registro de historias orales donde niños y niñas se acercan a sus abuelos y abuelos para conocer cómo era la vida antes en idioma Náhuatl. “Ese curso de verano fue muy bonito y gratificante, porque los niños y niñas que ahora son adolescentes, pudieron reflexionar en torno a la cultura de la comunidad”, cuenta. 

También trabajó con grupos de mujeres el uso de plantas medicinales con recetas ancestrales e impulsó un taller de bordado para recuperar un arte propio de las comunidades que se estaba perdiendo.

A través de estas experiencias, las Mujeres Indígenas vamos tejiendo redes y haciéndonos camino en una trama con anclaje en el desarrollo comunitario y proyección de nuestras identidades milenarias en niños, niñas y jóvenes.

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