LAS MUJERES INDÍGENAS FORJAMOS LAZOS MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS DE NUESTRAS PROPIAS COMUNIDADES
La participación y creciente liderazgo nos planteó un nuevo desafío: el intercambio de experiencias y herramientas a escala global para la educación de niñas y jóvenes contra todo tipo de violencias. En esta nota, te contamos los avances de una lucha que impulsamos Pueblos Indígenas de las siete regiones socioculturales del planeta. ¡Sumate!
“Saber que a las mujeres no se les reconocen sus derechos, me forzó a salir de mi zona de confort y preguntarme qué podía hacer para mejorar su vida y que se pareciera más a mi propia vida o a la de las mujeres que viven fuera. Llevaba el liderazgo dentro de mí como algo que estaba queriendo salir porque siempre me incomodaba ver sufrir a mujeres y niños”.
La frase pertenece a Irene Serina Leshore, 45 años, proveniente de la comunidad Masái de Kenia, en África, y fue pronunciada al participar, en 2013, del proyecto de la Escuela Global de Liderazgo de Mujeres Indígenas del Fondo Internacional de Mujeres Indígenas (FIMI).
Irene, al igual que muchas Niñas y Jóvenes Indígenas provenientes de esta comunidad, fue víctima de la mutilación femenina en los ochenta y, desde entonces, se prometió que si tenía hijas no permitiría que pasaran por lo mismo. Es que prácticas en nombre de la tradición como son la mutilación femenina y la herencia de las esposas se ejercen aún hoy en día sobre Niñas, Jóvenes y Mujeres Indígenas en diferentes regiones socio culturales, pese a los esfuerzos del movimiento de Mujeres Indígenas por erradicarlas.
Para Irene, su comunidad era el mundo. “Cuando sales de tu aldea te das cuenta que hay más en el mundo, y aprendes a usarlo para ayudar a tu aldea”, dice. El intercambio de experiencias en la Escuela Global le dejó ver que su realidad era compartida por muchas de nosotras a lo largo y ancho del planeta.
La misma sensación de comprensión y hermandad sintió Judy Muliap, de 46 años, representante de la tribu Marind de Nueva Guinea, en la isla situada en el Océano Pacífico, al norte de Australia, cuando llevó a ese encuentro con una veintena de Mujeres Indígenas una olla de barro que simboliza el sustento de la vida para la gente de su comunidad. Allí contó su historia, que es la de la mayoría de las mujeres en su país: el 68% experimentaba violencias.
Como defensora de su pueblo y los derechos humanos, Judy se unió a Soroptimist International, una organización que realiza actividades de voluntariado, y la apoya desde hace 15 años con el trabajo en educación y salud en su aldea. Identificó que el sistema de justicia no funcionaba y que los mecanismos de seguridad y protección a la hora de denunciar y perseguir los delitos de violencia contra ellas eran deficientes, por lo que se comprometió a acompañar a las mujeres.
Su empoderamiento fue la motivación principal para participar de la Escuela Global de Liderazgo, donde pudo aprender de otras experiencias sobre la forma de abordar los problemas e identificar posibilidades de solución, y así regresar con nuevos aportes para compartirlos con las mujeres y su organización. “Me apasionaba trabajar para las mujeres, especialmente porque el 40% está en las aldeas y necesitan mucho apoyo”. Como Serina, visualizó un mundo más allá de su aldea.
La protección de las niñas y las y los jóvenes de todo tipo de violencias es un deber para nosotras por las marcas que la mayoría traemos desde la infancia. Khesheli Chishi (65) pertenece al Pueblo Sümi Naga y se declara una mujer sencilla, clara, honesta y fuerte. Nació y creció en Satakha, ciudad del distrito de Zunheboto en el estado de Nagaland en India. Asistió a un colegio primario que era solo para niños y allí tomó la fortaleza que hoy mantiene.
“Cuando digo no puedo, ellos dicen, no te vayas, no huyas, enfréntate, demuéstralo, lo puedes hacer”, valora el aliento de sus padres y hermana, que la ayudaron a convertir lo negativo en desafío para alcanzar sus logros en un contexto marcado por las torturas, muerte y violencia ejercida bajo el Poder Especial de las Fuerzas Armadas que rige en esa región desde 1958.
Los desplazamientos de personas, la violencia estatal, la militarización, la trata y la violencia sexual así como la afectación de los derechos individuales y colectivos impactan especialmente en nosotras como Mujeres Indígenas y nos obligan a enfrentar con gran determinación y valentía innumerables situaciones de injusticia.
“Mujeres tienen que juntarse, unirse, saber quiénes son si quieren ocupar un lugar en la sociedad y que se las reconozca como personas que pueden asumir responsabilidades. Palabras que se quedaron en mis pensamientos, y que tengo presentes”, recuerda Khesheli las palabras de su hermana mayor, quien fue su guía y mentora.
La vida de Gilma Luz Román Lozano, del clan Uitoto, en la amazonia colombiana, estuvo signada por los desplazamientos forzados producto de la invasión de territorios que provocó la minería ilegal primero, y por el conflicto armado y la presencia del narcotráfico y su impacto en la comunidad después. En esa región, los niños y niñas estudian hasta quinto grado de primaria y hay una relación entre la baja alfabetización y las violencias a las que se ve sometido el campesinado.
Como vemos, nuestras realidades en las comunidades se repiten alrededor de todo el globo y demuestran que la incidencia en ámbitos regionales e internacionales como la Escuela Global de Liderazgo es un recurso fundamental para fortalecernos de cara a la transformación de nuestro presente y la proyección de un futuro con más educación y libre de violencias. Si te interesó esta nota, puedes conocer más acerca aquí.