Mujeres Indígenas de la comunidad de Ololunga, en Kenia, hacen frente a la deforestación que afecta sus tierras a través del colectivo Mujeres Paran. En él, las habitantes de esta comunidad se empoderan a través de la creación de viveros y la venta de árboles de reforestación para rescatar el bosque y las tierras donde viven.
“Somos las mujeres las que hemos hecho todo el trabajo, así es como desde el grupo Paran nos hemos relacionado con la reforestación”, cuenta Naiyan Kiplagat, una de las mujeres fundadoras de este grupo que, ante la deforestación de los bosques en su comunidad, inició este grupo que abreva del conocimiento tradicional de sus pueblos para remediar las injusticias ambientales que viven.
Naiyan vive en la comunidad de Ololunga, en el condado de Narok, una pastura a los pies del bosque de Mau, que solía ser uno de los más grandes de Kenia. Sin embargo, por la explotación humana este bosque ha sido gravemente deforestado. Por muchos años la tala significó un ingreso para miles de familias en esta región, además de una opción para obtener leña para el uso doméstico.
“Los patrones de lluvia han cambiado por la pérdida de muchísimos árboles, ahora ya no podemos decir cuándo van a venir las lluvias. Antes solían llegar en junio o julio, pero ya es octubre y no hemos visto la lluvia, nuestro ganado y los animales han sufrido grandes daños, los beneficios de los pastizales se están viendo afectados”, comenta Naiyan.
La deforestación ha vuelto esta región altamente vulnerable ante los efectos del cambio climático, sobre todo por la escasez de recursos como el agua, que se ha agravado a raíz de la deforestación. “Ya no hay agua en el río, lo que representa un gran problema, sobre todo para las mujeres, que son las que se están encargando de todo. Los hombres nos están dejando todas las responsabilidades, somos las mujeres las que ya no tenemos acceso a los alimentos, ni a las frutas que recogemos en el bosque”.
En el régimen del presidente Daniel Toroitich arap Moi, el bosque Mau se vio afectado por las asignaciones ilegales que lo deforestaron. Organizaciones de la sociedad civil realizaron campañas contra el acaparamiento desenfrenado de tierras. Entre las activistas que lo defendieron se encontraba la Premio Nobel de la Paz de 2004, Wangari Maathai. Estos acaparamientos de tierras fueron documentados en el Informe, Ndung’u de 2004.
Muchas de las personas que viven en la comunidad de Naiyan saben que gran parte de los beneficios monetarios producto de la tala no se quedaron en la comunidad, sino que se fueron a bolsillos de empresas chinas o europeas. No obstante, no culpan a estas grandes potencias de la tragedia climática que enfrentan. Según Naiyan la justicia climática, en esta región del mundo, significa entender su ambiente y tratar a la tierra como a una madre.
En 2012, el Complejo Forestal de Mau, las montañas Cherangany Hills, el monte Elgon, el monte Aberdare Ranges, y el monte Kenia recibieron el estatus de Torres de Agua. Se determinan así a los ecosistemas forestales que son reservorios clave y suministran agua a los ríos y lagos del país.
A pesar de que la Organización Internacional del Trabajo en su Convenio 169 dispone que antes del establecimiento de un mega proyecto extractivo que pudiera afectar el medio ambiente y el acceso a recursos básicos de comunidades originarias o rurales, estas deben ser consultadas, lo que ha pasado en el bosque de Mau escapa esta lógica y la protección que pudiera brindar el acuerdo, pues se trata de tala llevada a cabo por las mismas comunidades con un participación velada de grandes empresas.
“Significa cuidar a la madre tierra, tú, yo y todos. Significa tomar el liderazgo y desarrollar prácticas que sean amigables con nuestro ambiente. La verdad es que no podemos culpar a nadie más, nosotras mismas somos las responsables de cuidar nuestra madre tierra”, asegura Naiyan, quien se ha vuelto portavoz de más de 60 grupos de mujeres de esta zona que se han unido al grupo de Mujeres Paran.
Trabajo productivo que cuida de la tierra
En 2005 Naiyan empezó a reunirse con varias de sus compañeras para fomentar una serie de actividades productivas que les permitieran generar un ingreso, empoderarse a través de él y al mismo tiempo contribuir al rescate de sus bosques y sus fuentes de agua.
Originalmente el grupo de mujeres Paran se reunía para tejer collares artesanales con cuentas de semillas de la región, mismos que vendían a los turistas, pero desde hace 18 años estas actividades empezaron a incluir la fabricación de estufas ecológicas que funcionan con briquetas de carbón para sustituir el uso de leña. Las estufas parecen pequeños tubos de concreto de unos 50 centímetros de alto con un diámetro de 30 centímetros y su venta ayuda a la generación de recursos.
Al mismo tiempo, las Mujeres de Paran empezaron a desarrollar viveros en los que cultivan semillas de árboles oriundos del bosque talado. También cultivan legumbres y vegetales, que venden junto con los árboles listos para la reforestación.
“Hemos plantado árboles en nuestras casas, en las escuelas y en todos lados donde hemos podido. Hasta el momento hemos rehabilitado más de 150 mil hectáreas. El cambio ha sido magnífico, ya hay mujeres que pueden tener acceso a agua limpia, lo que ha cambiado la vida de muchas personas, pues las fuentes contaminadas causaban muchas enfermedades, sobre todo entre las niñas y niños de nuestras comunidades”, comenta Naiyan.
La venta de las estufas, de las briquetas, de los arbolitos y de los vegetales que cosechan les ha permitido a muchas mujeres conseguir recursos para que sus hijas e hijos no abandonen la escuela por tener que trabajar, así como asegurar una fuente nutritiva de alimentos.
Mujeres organizadas transmitiendo el cambio
Las actividades de las mujeres de Paran se desarrollan a través de patrullas, grupos de mujeres que recorren diferentes poblados de Ololunga dando pláticas sobre la importancia del cuidado del bosque y otras prácticas amigables con el ambiente. Se aseguran de sensibilizar a sus vecinas para que ellas, a su vez, puedan transmitir estos conocimientos a otras mujeres.
En 2005, cuando las Mujeres de Paran junto con Naiyan empezaron con sus estrategia de concientización, creación de viveros y uso de estufas ecológicas, apenas juntaban una veintena de grupos de mujeres de diferentes pueblos de la región. Hoy suman más de 64 y su intención es seguir creciendo.
“Cuando recorremos las comunidades hacemos muchas reuniones para sensibilizar a la gente y que entiendan lo que realmente pasa con la deforestación que hemos llevado a cabo, para que entendamos cómo nuestras vidas están sujetas al bosque y la importancia de restaurarlo”, añade.
Eventualmente, después de varios años de trabajo el gobierno de Kenia buscó a las Mujeres de Paran para reconocer y potenciar su trabajo. Así, tuvieron acceso a las estaciones de radio local lo que ha llevado su mensaje de cuidado forestal a muchas más comunidades, lo que se ha traducido en un aumento en las ventas de sus viveros. “Todo mundo quiso participar y formar parte de nuestra iniciativa”.
Actualmente Naiyan junto con las Mujeres de Paran buscan fuentes de financiamiento para poder esparcir su mensaje de cuidado del bosque en regiones más amplias de Kenia que podrían ser severamente afectadas por el cambio climático y por otros efectos negativos provocados por la explotación de recursos naturales.
Precisamente este tipo de financiamiento es un gran pendiente en la discusión climática a nivel mundial. Pendiente que se espera sea resuelto durante la 28 edición de la Conferencia de las Partes, el foro más importante a nivel mundial que año con año reúne a gobiernos, organizaciones civiles y comunidades indígenas para discutir las acciones necesarias para paliar el cambio climático.
Desde hace al menos una década el tema de financiamiento e iniciativas que combaten las pérdidas y los daños provocados por el cambio climático ha tenido un papel protagónico en las COP, las Conferencias de las Partes que desde hace 28 años organiza la ONU para reunir a empresas, gobiernos, activistas y pueblos originarios para repensar el Calentamiento Global. Estos recursos se deben dirigir a países donde viven comunidades indígenas que están enfrentando los efectos negativos de la emergencia climática.
Después de casi 30 años de este tipo de reuniones aún no se han delineado los pasos a seguir para establecer un comité transicional que pueda dar financiamiento a iniciativas como las de Paran u otras parecidas a nivel mundial que lidien con las pérdidas y los daños provocadas por el cambio climático que afecta, principalmente a comunidades indígenas en zonas rurales.
Así lo explicó Aditi Mukherji, una de las 93 personas involucradas en la redacción del Informe de síntesis, el capítulo final del Sexto Informe de Evaluación del IPCC (El Panel Intergubernamental para el Cambio Climático). El IPCC es un grupo de científicos internacionales que año con año evalúan el desarrollo del Cambio Climático a nivel mundial.
“La justicia climática es crucial porque quienes menos han contribuido al cambio climático se ven afectados de forma desproporcionada”, explicó Aditi Mukherji. “Casi la mitad de la población mundial vive en regiones que son muy vulnerables al cambio climático. En la última década, el número de víctimas mortales como consecuencia de inundaciones, sequías y tormentas fue 15 veces más alto en las regiones muy vulnerables”, añadió.
Para Naiyan la justicia climática significa fomentar un mundo vivo, que de las oportunidades para que las futuras generaciones puedan crecer, desarrollarse y mantenerse con vida.